
Encerrada en su casa junto a su
marido y dos perros, la escritora chilena vive en Estados Unidos desde hace 30
años.
Consultada por el principal miedo que
conlleva el virus, que es la muerte, la escritora contó que desde que murió su
hija Paula, hace 27 años, le perdió el miedo para siempre: “Primero,
porque la ví morir en mis brazos, y me dí cuenta de que la muerte es como el
nacimiento, es una transición, un umbral, y le perdí el miedo en lo personal.
Ahora, si me agarra el virus, pertenezco a la población más vulnerable, la
gente mayor, tengo 77 años y sé que si me contagio voy a morir. Entonces la
posibilidad de la muerte se presenta muy clara para mí en este momento, la veo
con curiosidad y sin ningún temor.
Lo que la pandemia me ha enseñado es
a soltar cosas, a darme cuenta de lo poco que necesito. No necesito comprar, no
necesito más ropa, no necesito ir a ninguna parte, ni viajar. Me parece que
tengo demasiado. Veo a mi alrededor y me digo para qué todo esto. Para qué
necesito más de dos platos.
Después, darme cuenta de quiénes son
los verdaderos amigos y la gente con la que quiero estar.
¿Qué crees que la pandemia nos enseña
a todos? Nos está enseñando prioridades y nos está mostrando una realidad. La
realidad de la desigualdad. De cómo unas personas pasan la pandemia en un yate
en el Caribe, y otra gente está pasando hambre.
También nos ha enseñado que somos una
sola familia. Lo que le pasa a un ser humano en Wuhan, le pasa al planeta, nos
pasa a todos. No hay esta idea tribal de que estamos separados del grupo y que
podemos defender al grupo mientras el resto de la gente se friega. No hay
murallas, no hay paredes que puedan separar a la gente.
Los creadores, los artistas, los
científicos, todos los jóvenes, muchísimas mujeres se están planteando una
nueva normalidad. No quieren volver a lo que era normal. Se están planteando
qué mundo queremos. Esa es la pregunta más importante de este momento. Ese
sueño de un mundo diferente: para allá tenemos que ir.
Y reflexiono: Me di cuenta en algún
momento de que uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más uno vive, más
pierde. Vas perdiendo primero a tus padres, a gente a veces muy querida a tu
alrededor, tus mascotas, los lugares y tus propias facultades también. No se
puede vivir con temor, porque te hace imaginar lo que todavía no ha pasado y
sufres el doble. Hay que relajarse un poco, tratar de gozar lo que tenemos y
vivir en el presente”.
Isabel Allende